Científicos del CIBIR (Logroño) y del CSIC (Madrid) profundizan en los mecanismos de sensibilidad al dolor

Los resultados aparecen publicados en la prestigiosa revista Endocrinology

Aunque habitualmente hacemos todo lo posible para evitar el dolor, éste es un mecanismo de defensa muy útil para nuestra supervivencia. Se trata de un sistema que nos avisa de que una parte de nuestro cuerpo está en contacto con situaciones potencialmente dañinas (objetos punzantes, superficies excesivamente calientes o frías, sustancias químicas nocivas, etc.) para que pongamos remedio de la forma más rápida posible. Aparte, existe el dolor crónico, que suele estar asociado a enfermedades de larga evolución y que conviene aliviar para mejorar la calidad de vida de los pacientes.

Generalmente se distinguen dos tipos de respuesta ante estas agresiones. Por un lado están las respuestas automáticas que se resuelven a nivel medular (ganglios dorsales y médula espinal) sin que la información llegue al cerebro y que constituyen los llamados “reflejos”, de los que el más conocido es el reflejo patelar (golpe en la rodilla y movimiento involuntario correspondiente) que se usa habitualmente para comprobar la integridad del sistema nervioso. Por otro lado están las respuestas que sí implican procesamiento encefálico y que, por lo tanto, son un poco más lentas que las anteriores.

Un equipo mixto de investigadores, dirigido por el Dr. Alfredo Martínez del CIBIR (Logroño), y en el que han participado también científicos del Instituto Cajal (CSIC, Madrid), ha estudiado la influencia del gen de la adrenomedulina en el procesado de la sensibilidad al dolor. Para ello han utilizado ratones modificados genéticamente a los que se les había suprimido el gen de la adrenomedulina y se compararon con ratones silvestres (normales).

Los resultados obtenidos en este trabajo indican que la adrenomedulina actúa aumentando la sensibilidad al dolor cuando se trata de reflejos medulares pero funciona como un anestésico (disminuyendo esta sensibilidad) cuando la sensibilidad del dolor necesita llegar hasta el cerebro. La adrenomedulina está presente tanto en los ganglios raquídeos y la médula espinal como en muchos núcleos cerebrales y este estudio sugiere que la adrenomedulina formaría parte de un bucle inhibidor de la sensibilidad al dolor situado en el tronco del encéfalo.

Los resultados obtenidos en este estudio se enmarcan en un esfuerzo internacional dirigido a entender mejor los mecanismos responsables del dolor, de manera que se puedan diseñar nuevos fármacos para evitar el dolor crónico producido por algunas enfermedades tales como el cáncer, la pancreatitis, o los problemas articulares, entre otras.

Los tests empleados para investigar la sensibilidad al dolor se hacen en ratones pero siempre garantizando el bienestar de estos. Para medir reflejos medulares se introduce la cola del ratón en un baño con agua a 45 ºC y se mide el tiempo que tarda el animal en retirar la cola del agua. Por otra parte, para medir sensibilidad con participación de núcleos cerebrales se pone al ratón sobre una superficie caliente y también se mide el tiempo que tarda el animal en advertir esa temperatura. Se establece un tiempo máximo de 20 segundos para evitar que se produzcan daños tisulares en los animales.

Esta es la primera publicación realizada por la Unidad Asociada que se ha creado recientemente entre los investigadores del CIBIR y los del CSIC. Este tipo de asociaciones de científicos permite optimizar los recursos técnicos y científicos entre instituciones de reconocido prestigio.

Fotografía de un ratón de laboratorio al que se le está midiendo la sensibilidad a un estímulo térmico. Se calcula el tiempo desde que se le introduce la cola en agua templada (45ºC) hasta que el animal la retira al advertir la temperatura.