Sara López Álava
Neuropsicóloga del Hospital San Pedro

El Hospital San Pedro puso en marcha el pasado mes de febrero una consulta de neuropsicología con el objetivo de detectar cuanto antes el tipo de deterioro cognitivo de los pacientes que se derivan

“Atendemos a pacientes de entre 60 y 80 años, incluso viene gente que está en activo”, afirma la responsable del servicio

En La Rioja hay 2.200 personas con alzheimer

En La Rioja tenemos 3.000 personas diagnosticadas con algún tipo de demencia. De ellas 2.200 están diagnosticadas de alzheimer. La Consejería de Salud dio prioridad dentro del III Plan de Salud de La Rioja a la detección precoz de este tipo de patologías con el objeto de poder mejorar la calidad de vida de las personas afectadas y de los familiares que las atienden. Dentro de esas líneas de acción, el pasado mes de febrero, se puso en marcha en el Hospital San Pedro la consulta de neuropsicología, cuyo objetivo es “realizar un diagnóstico precoz de la demencia y perfilar el tipo de déficit o de deterioro cognitivo del paciente”.La consulta depende de la sección de Neurología y es atendida por la neuropsicóloga Sara López. Atiende a cuatro pacientes al día y en esta breve andadura ha permitido “llegar a un diagnóstico cada vez más precoz y clasificar cada demencia en su tipología”. A esta consulta llegan casos sospechosos de alzheimer o algún otro tipo de demencia para su valoración.

El incremento de la esperanza de vida conlleva el aumento de los problemas cognitivos. ¿Qué importancia tiene la detección precoz de este tipo de patologías?
Así es. El incremento del envejecimiento poblacional, gracias a la esperanza de vida y a la calidad asistencial, nos está llevando a un incremento de problemas de este tipo y se prevé que en las próximas décadas haya mayor prevalencia de esta patología. El diagnóstico precoz nos permite utilizar las terapias farmacológicas existentes desde el principio. En la actualidad esas terapias son escasas pero hay estudios que han comprobado su eficacia. También nos lleva a realizar y participar en ensayos clínicos, a probar nuevos fármacos modificadores del curso de la enfermedad que se están llevando a cabo en fases iniciales. Por eso es tan importante el diagnóstico precoz. Por otra parte, también nos permite abordar desde fases tempranas otras terapias no farmacológicas como la estimulación cognitiva. Está comprobado que un diagnóstico precoz mejora la calidad de vida del paciente y del familiar, aumenta o mantiene su autonomía personal y mantiene sus capacidades cognitivas.

¿Cuáles son los signos o síntomas que nos deben poner en alerta?
Es importante conocer los síntomas iniciales de un posible deterioro cognitivo. El principal y más frecuente es la pérdida de memoria progresiva, sobre todo de información de hechos recientes, y también el volverse repetitivos. Otro es el trastorno del lenguaje, personas que acuden a la consulta porque no les salen las palabras, porque notan que su articulación es más costosa y que han perdido vocabulario. Otro signo que debe alertarnos es el cambio de conducta y comportamiento de una persona: si hace cosas que antes no hacía, si se ha vuelto más desinhibido, más apático, más pasivo. Y por último uno de los síntomas que menos se dan, pero que aun así nos llegan a consulta, son los cuadros de desorientación topográfica, personas que al ir con el coche se meten en dirección prohibida o dan vueltas a la misma rutina.

¿Cómo podemos diferenciar entre los signos lógicos del envejecimiento y los del alzheimer?
El cerebro envejece al igual que otros órganos del cuerpo y por lo tanto siempre va a haber signos. Una persona en un envejecimiento normal va perdiendo habilidades, está más distraída, se le olvida alguna cita …, pero el familiar se da cuenta cuando esos fallos van más allá. Cuando el paciente viene a consulta es porque la persona no rinde igual que antes. Al principio sí es verdad que esos cambios son muy sutiles, pero cuando pasamos las pruebas neuropsicológicas empieza a detectarse la diferencia.

¿Pero cómo no correr el riesgo de pasarnos de precavidos o, por el contrario, de relajados? ¿Dónde está el matiz? 
En los síntomas que hemos comentado antes. Cuando el propio paciente o la familia empiezan a notar que esos fallos van más allá, que les empiezan a impedir realizar actividades de la vida diaria.

¿A esta nueva consulta llegan sólo los casos sospechosos de alzheimer o también otros tipos de demencia?
Los pacientes en primer lugar acuden a la consulta de neurología y es allí donde se lleva a cabo la primera valoración con el neurólogo a través de la consulta clínica y de unos test neuropsicológicos de screening. Cuando hay sospechas de que se pueda tratar de un deterioro cognitivo atribuible a una demencia de cualquier tipo, entonces nos los derivan. Principalmente tratamos casos de alzheimer, demencia frontotemporal, deterioro cognitivo asociado a la enfermedad del párkinson, demencia de cuerpos de lewy.

¿Hay que pasar muchas pruebas? ¿Cuáles son esos test que realizáis para determinar que una persona tiene una patología u otra?
La exploración viene a durar hora y cuarto u hora y media. Son pruebas cognitivas estandarizadas conforme a la edad y al nivel educacional del paciente. Intentamos profundizar en todas las funciones cognitivas como tareas de memoria, lenguaje, orientación, visoperceptivas o visoespaciales. Para el diagnóstico final contamos también con la exploración física, la entrevista clínica con el neurólogo o geriatra, las pruebas de neuroimagen, resonancias, PET de medicina nuclear y los biomarcadores.

¿Pasa mucho tiempo desde la primera consulta hasta que se diagnostica a una persona, por ejemplo, de alzheimer?
Ahora no. Se está acortando el tiempo.

¿Cuál es la media de edad en la que se diagnostica la enfermedad?
Ahora estamos viendo a pacientes de entre 60 y 80 años. Hay gente más joven, la gente consulta antes, incluso vienen pacientes estando en activo.

¿Y cuál puede ser la razón, que estamos más concienciados o que cada vez la enfermedad afecta a personas más jóvenes?
La concienciación. La gente consulta antes.

¿Hasta qué punto influye la detección precoz en una mejor calidad de vida tanto del paciente y de sus familiares?
Como comentábamos en los inicios se puede manejar mejor la enfermedad con medicación. En el terreno personal, la familia y el paciente pueden prever mejor el futuro planificando su vida a partir de ese momento. Y desde el punto de vista social se ralentizan los costes asociados a la dependencia.

¿Qué papel juega el familiar en el proceso de la enfermedad de alzheimer?
La figura del familiar es crucial. Es el cuidador principal, el que lleva la sobrecarga, le acompaña y procura todos los cuidados que necesita. Lo mejor para el enfermo es mantener lo más posible su rutina. En este aspecto hay que resaltar el trabajo de las asociaciones, en nuestro caso de AFA Rioja, un trabajo impresionante. Dotan de estimulación cognitiva a los pacientes y de apoyo psicológico y asesoramiento jurídico y social a los familiares.

¿Con que expectativas trabajáis? ¿Se esperan avances científicos a corto plazo?
Se está trabajando mucho desde un enfoque multidisciplinar y se están llevando a cabo bastantes ensayos clínicos. El Hospital San Pedro está participando en uno de ellos, es un anticuerpo monoclonal que se está llevando a cabo en fases iniciales de la enfermedad del alzheimer, está intentando probar su eficacia en el poso evolutivo de la enfermedad.
Ahora se compatibilizan esos tratamientos farmacológicos con terapias de estimulación, como tareas de memoria, lenguaje, orientación… enfocadas a mantener las capacidades cognitivas del paciente para que estas perduren el mayor tiempo posible.

¿Con qué frecuencia son aconsejables?
Si se puede todos los días, mejor. AFA Rioja desarrolla talleres todos los días.

¿Se puede prevenir el alzheimer?
Hay muchos factores protectores del deterioro cognitivo. Evitar la vida sedentaria practicando actividades físicas. Realizar tareas que activan la mente y que implican trabajar el desarrollo cognitivo como la lectura o los pasatiempos. Seguir hábitos saludables que previenen el riesgo de la enfermedad cardiovascular, mantener la higiene del sueño, el bienestar psicológico o el fomento de las relaciones sociales. Y hay también otro factor que está de moda que es la reserva cognitiva que la forman todos aquellos conocimientos que el paciente ha ido adquiriendo a lo largo de su vida, los intereses intelectuales que ha tenido, se ha comprobado que puede ser un factor protector.

Por lo que comentas las personas de nuestro entorno, los familiares, suelen dar la voz de alarma, pero ¿uno mismo también se da cuenta? 
Sí y sobre todo aquellos pacientes que están en activo, trabajando. Empiezan a ver fallos en su trabajo, se dan cuenta de que tienen más olvidos, están más repetitivos, han tenido alguna desorientación por la calle.

Pero estos indicios o síntomas hay que distinguirlos de las situaciones de despiste y de los fallos que puede ocasionar el estrés.
Sí. Por eso, ante la duda, pasamos la exploración neuropsicológica y objetivamos los déficits cognitivos que el paciente percibe.

¿Tenemos miedo a padecer problemas de este tipo?
La gente viene preocupada, sobre todo si ha habido antecedentes en la familia.

Por su experiencia, ¿qué es lo más duro en un proceso de este tipo?
Para mí la gente más joven que acude desde un principio y es consciente de todo el proceso y sabe que la enfermedad puede ir a más.