No sólo de colesterol se dañan nuestras arterias

Si usted teclea en el buscador Google “colesterol” – en castellano – obtendrá aproximadamente 6.410.000 entradas. Esto da una idea aproximada de la popularidad de esta grasa que circula por nuestras arterias. Hoy en día, pocas personas desconocen que tener un nivel alto de colesterol en sangre incrementa el riesgo de sufrir un infarto del corazón.

Pero es posible que no sepan que aun con valores “normales” de colesterol se puede tener, no sólo un infarto, sino ser propenso al desarrollo de otras enfermedades cardiovasculares como los accidentes cerebrovasculares – o su equivalente más coloquial: la embolia cerebral – o la enfermedad arterial de las piernas que da lugar a úlceras y amputaciones: la denominada en términos médicos arteriopatía periférica. Y es que, además del colesterol, existen otros procesos que influyen en las enfermedades del corazón y de las arterias.

Mídase la cintura: Puede tener un Síndrome Metabólico

La plaga más importante de nuestro mundo civilizado – y de aquellos países en vías de desarrollo que están adoptando rápidamente un estilo de vida occidental – es la obesidad. Y su presencia en España no es una excepción. En los últimos 20-30 años, prácticamente hemos duplicado la tasa de adultos obesos y ocupamos los primeros lugares dentro de Europa en obesidad infantil.

Pero según las investigaciones más recientes, el tipo de obesidad que conlleva más peligro es aquella que deposita la grasa en la cintura. El motivo es que ese clase de obesidad, denominada abdominal o visceral, promueve otra serie de alteraciones que actúan como factores de riesgo cardiovascular.

Desde hace menos de dos décadas se denomina Síndrome Metabólico a la presentación conjunta en una persona de patologías como la hipertensión arterial, la elevación de la glucosa en sangre, o unos niveles altos de triglicéridos o bajos del colesterol “bueno” (colesterol HDL) teniendo como base la obesidad abdominal.

En el año 2005 la Internacional Diabetes Federation estableció el diagnóstico de Síndrome Metabólico como una medida del perímetro de la cintura mayor de 94 centímetros para los hombres y 80 en las mujeres asociado a dos de los elementos antes mencionados (triglicéridos superiores a 150 mg/dL, colesterol HDL inferior a 40mg/dL para los varones y a 50mg/dl para las mujeres, tensión arterial superior a 135/90 mmHg, o glucemia en ayunas por encima de 100mg/dL).

Establecía así unos límites más estrictos para la obesidad abdominal que los reconocidos previamente por los expertos norteamericanos que propusieron unos valores de 102 cm. para los hombres y 88 en las mujeres.

Así pues, si quiere saber si tiene obesidad visceral o puede estar en disposición de desarrollar un Síndrome Metabólico: ¡Mídase la cintura!

Riesgos del Síndrome Metabólico: El desarrollo de enfermedades cardiovasculares y de diabetes

Dos son las ventajas fundamentales que aporta el reconocimiento del Síndrome Metabólico. La primera de ellas, según han determinado múltiples estudios, es el reconocer que aquellas personas que entren en su definición tienen un 50% más de riesgo de morir comparado con el de aquellas otras que no lo padezcan.

La causa principal es que adquieren más del doble de posibilidades de sufrir un infarto u otra enfermedad cardiovascular. Por si esto fuera poco, se sabe que además multiplican por cinco la posibilidad de desarrollar una diabetes. Lógicamente, cuantos más componentes del síndrome se padezcan, mayor es la probabilidad de progresión hacia estas enfermedades.

Sin embargo, la segunda ventaja de su identificación es que puede alertar a personas que no tengan otros factores de riesgo, como el colesterol o el fumar, del peligro del acúmulo de grasa bajo su cintura y poder actuar en consecuencia para minimizarlo.

Esto es especialmente interesante para los jóvenes – a los que se les supone un bajo riesgo en función de la edad – o para las mujeres, grupo en que este síndrome predice una susceptibilidad de morir por una causa cardiovascular aún mayor que para los varones.

¿Qué hacer para minimizar los riesgos del Síndrome Metabólico?

Primero conocer nuestros valores de sus componentes y comprobar si uno o varios de ellos están fuera de los rangos anteriormente citados.

Luego, quizá puede sorprenderle la siguiente afirmación: Todos tenemos en nuestro poder la llave para reducir el impacto del Síndrome Metabólico. Se llama cambio del estilo vida, entendiéndose por tal a la reducción de peso y a la práctica de ejercicio regular. Efectivamente, y de forma esquemática, basta perder entre el 5 y el 10 por ciento de nuestro peso – lo que equivale a reducir un 30% el perímetro de la cintura – y mantenernos en forma, para reducir a la mitad el riesgo de desarrollar una diabetes o dividir por tres el riesgo de morir de una enfermedad cardiovascular.

En este sentido, cuanto más intensa sea la actividad física mejores serán los resultados. Por supuesto con estas medidas también disminuyen los integrantes del síndrome: la tensión arterial se reduce, aumentan los niveles de colesterol bueno y bajan los triglicéridos, y obtendremos mejores valores de glucosa en sangre.

No obstante, si pese a estas medidas, aún mantenemos un riesgo alto o alguno de los elementos del síndrome permanece en valores patológicos, es posible que necesitemos medicación complementaria. Será siempre competencia de nuestro médico la prescripción de los fármacos adecuados, por lo que deberemos de visitarle, sin olvidar que ninguna pastilla sustituye a unas medidas tan simples como adelgazar y hacer ejercicio, sino que las complementa.

Por último

Aunque no seamos obesos, ni acumulemos grasa bajo el abdomen, ni caigamos en la definición del Síndrome Metabólico, siempre es aconsejable una comida variada y suficiente para mantenernos en un peso adecuado así como practicar algún tipo de gimnasia o deporte de forma regular, o al menos caminar ligero durante media hora cinco o seis días por semana. Invariablemente podremos encontrar un ejercicio adaptable a nuestra edad y condición personal.

Además, no deberíamos olvidar nuestra obligación de transmitir a nuestros hijos una sociedad más sana y eso incluye buenos hábitos en cuestión de alimentos, educarles en los riesgos del tabaco y otras drogas y animarles a evitar el sedentarismo mediante el juego y el deporte.

Sólo así les evitaremos las consecuencias de la cada vez más frecuente obesidad infantil. Y por supuesto, nada mejor que practiquemos con el ejemplo. Nuestra salud y la de nuestros seres queridos se verán recompensadas.

Etiquetas: