Según datos de la Sociedad Española de Oftalmología el 40% de la población padece cataratas a partir de los 50 años. Esta cifra aumenta al 50% a partir de los 60 y al 70% en nuestra séptima década de vida.
La catarata es la pérdida de transparencia de una lente natural que tenemos en el interior del ojo, el cristalino. Su función principal es ayudar al ojo a enfocar imágenes con nitidez. A medida que se desarrolla la catarata, el cristalino pierde transparencia y flexibilidad y se reduce hasta desaparecer su capacidad de enfoque en visión cercana.
La catarata produce una pérdida de visión progresiva e indolora. Es habitual la sensación de visión borrosa, intolerancia a la luz intensa y también puede producir percepción alterada de los colores, como si hubieran perdido su intensidad.
Aunque las cataratas están asociadas a la edad, existen algunos factores que aumentan el riesgo de sufrirlas de manera prematura como la diabetes, el tabaco, la obesidad o la hipertensión. A veces, la catarata aparece en edades tempranas de la vida, en forma de catarata congénita, la mayoría de esos casos cuentan con antecedentes familiares.
La catarata se diagnostica en una revisión rutinaria o al acudir al oftalmólogo por presentar síntomas, evoluciona gradualmente y va generando una pérdida progresiva de visión. El único tratamiento que existe para solucionar el problema es la cirugía.