Por diferentes circunstancias y situaciones, en algún momento a lo largo de la vida todas las personas van a necesitar recibir cuidados o buscar a un profesional cualificado para atender a un familiar cercano. Una tarea que, especialmente cuando se desempeña durante un largo plazo, se convierte en un proceso complejo que puede ocasionar un gran desgaste físico, psicológico y de salud en general.
Y es que ¿qué pensaríamos y sentiríamos si tuviésemos que desarrollar un trabajo que nos ocupase las 24 horas al día? Una labor que además supusiera un gran esfuerzo físico y mental y que en muchos casos no se reconoce ni remunera. Pues esta es más o menos la situación a la que se enfrentan muchas familias cuando les toca cuidar de una persona enferma, lo que conlleva pro si fuera poco el sufrimiento asumir una gran dependencia y en muchas ocasiones elevados costes económicos. Además, los datos confirman que cuando este tipo de cuidados se dan en el seno familiar, en el 90 por ciento de los casos recaen sobre las mujeres, lo que las convierte casi siempre en las cuidadoras de las personas mayores de la casa o de aquellos familiares dependientes con problemas funcionales o cognitivos.
Una situación habitual que desde el año 2014 cuenta con una jornada de reivindicación, el Día Internacional del Cuidador se celebra cada 5 de noviembre, en honor a las personas que dedican su vida al servicio de la población dependiente o con algún tipo de discapacidad. Cabe destacar que, en España, el IMSERSO estima que existen más de 1,5 millones de personas en situación de dependencia y el Observatorio Estatal para la Dependencia calcula que hay 316.215 personas trabajadoras dedicadas a la atención de otras personas en situación de dependencia en España.
En más del 73% de los casos los cuidadores son mujeres, casi el 47% tiene entre 50 y 66 años y predomina, en la relación con el paciente, la de hijo/a, madre y cónyuge. Además, la Encuesta de Población Activa, apunta a que, en 2022, 64.000 mujeres dejaron su trabajo para cuidar a niños, adultos, enfermos, incapacitados o mayores, frente a 5.600 hombres. Un claro ejemplo de que la mujer asume, todavía, la mayor carga de los trabajos de cuidado y, por tanto, son las que más sufren los impactos sobre su salud. Una situación que puede generar serias consecuencias como agotamiento, carga mental, estrés emocional o falta de tiempo personal. Síntomas que también se observan en el caso de las personas cualificadas, ya que el 50 % de los cuidadores en España manifiesta tener un problema de salud derivado de velar por el bienestar de personas dependientes. Una afección de salud que por la frecuencia de su diagnóstico ya se denomina “síndrome del cuidador”.
Este síndrome se refiere a aquellas personas que sufren el desgaste físico, psicológico y de su salud en general por el cuidado constante y continuado de un enfermo de Alzheimer, con enfermedad crónica, mental, dependencia física y psíquica, o que necesita cuidados por la edad, etc… Esta situación conlleva también a un aislamiento social por falta de tiempo personal, así como una gran carga emocional por observar diariamente el deterioro de la persona a la que se cuida. La intensidad de este síndrome y sus consecuencias varían en función de los apoyos familiares y sociales con los que cuenta cada cuidador o cuidadora, así como por la carga de trabajo, el tiempo y el número de actividades que exigen de una atención total según el grado de dependencia de la persona enferma.
Por todos estos motivos, y con el objetivo de poder hacer frente al exceso de trabajo que supone cuidar a un familiar sin que dicha tarea repercuta excesivamente en la salud y el estado de ánimo, las autoridades sanitarias recuerdan que las personas que cuidan deben atender también sus propias necesidades y cuidar de sí mismos. Según los especialistas hay que buscar un espacio para cuidar al que cuida, para cuidarse más y mejor y mantener la propia salud y el bienestar físico, emocional y social de la persona que representa el rol de cuidador o cuidadora. Por eso se considera una premisa fundamental ofrecer todo el apoyo a aquella o aquellas personas encargadas del cuidado de un enfermo. Para ello se recomienda también seguir las siguientes pautas:
- Detectar si aparece en algún momento cualquier indicio del “síndrome del cuidador”, caracterizado por un gran agotamiento. Pedir ayuda a tiempo es fundamental.
- No abandonar el propio cuidado. La persona encargada de cuidar al enfermo se lo merece y lo necesita tanto como los demás, por eso es importante contar con recursos, herramientas y medios de apoyo para pedir ayuda al entorno siempre que sea necesario.
- Hay que ser capaz de delegar tareas en otros familiares o en personal contratado cualificado (sanitario o del hogar). No hay que creerse imprescindible.
- Contactar con organizaciones y asociaciones de pacientes de tu zona que brinden apoyo a las familias.
- Contar con los profesionales sanitarios: médico/a de referencia, personal de enfermería, farmacéutico/a de proximidad, y profesionales de servicios sociales y comunitarios.
- Incorporar al día a día tiempo para la desconexión, la vida social y el descanso.
- Cuidar especialmente los propios descansos y la alimentación, parar 10 minutos cada dos horas, dormir las horas suficientes y mantener una dieta adecuada. Si se puede, realizar ejercicio físico todos los días, ya que elimina toxinas corporales y despeja la mente.
- Compartir las preocupaciones para evitar el aislamiento y el desgaste psicológico. Es necesario obligarse a mantener el contacto con amigos y otros familiares para no quedarse "enclaustrado" ya que los vínculos afectivos cálidos amortiguan el estrés.
Más información en:
https://escuelapacientes.riojasalud.es/files/erc/cuidando-cuidador/cuidando-al-cuidador-04.pdf